Libro
Primero
Atracción
Capitulo
Primero
Dolor
Hace
cuatro años, en un parque, frente a la facultad se encontraron sus caminos,
Hino estaba desconsolado había experimentado la rabia y el dolor por el
sentimiento de un amor no correspondido; con cada pensamiento ahogado en los
recuerdos de lo que pudo ser, aseguraba que no existía; sus pies los sentía en
la tierra una sensación que no se suele experimentar cuando se está enamorado,
miraba el adoquín de color carmín,
cabizbajo con sus manos entrelazadas, dejo caer unas lágrimas que se convirtieron en
dos puntos cafés en el piso, sentado en aquella banca desgastada el transcurrir
del tiempo era lento lo acompañaba una
tarde nublada, el grito del viento,
le hablaba de soledad; de los frondosos árboles que rodeaban la fuente
emergía el celestial canto de innúmeros pajarillos que oía, tras de sí. En su
interior experimentaba el sentimiento que desataba el rencor y el dolor que se
siente por una mujer,
comenzó a pensar en el destino. ¿Por
qué a mí? ¿Cuándo es el momento indicado para encontrar un instante de
felicidad, para enamorar a una mujer?
Aquella escena estaba grabada en lo más profundo de
su ser recordando aquella voz que resonaba en su interior:
-Él
olvido era necesario y lo más importante no estas poniendo aprueba tus
habilidades sino tus sentimientos.
Eran las palabras de su maestro.
Cada
noche Hino respetaba la devoción de
pensar en ella, cada pensamiento lo llevaba al recuerdo que la nombra, de
imaginarla como seria besarla y despertar
a su lado cada mañana, el amor que había experimentado se conservaba en
su interior puro, intacto. La maravillosa sensación de idealizar un futuro
sostenía la pesadez de la distancia que existía entre ellos. En ocasiones solo
tenía el calor de la luna y las estrellas para consolar su nostalgia. El íntimo
pensamiento que venía a su corazón de saber que pertenecía al universo era el
reflejo de su amor. El extraño sueño que había tenido durante los últimos meses
lo despertó, la dulce voz de una mujer que lo llamaba, la luz de las
estrellas lo cegaba, siempre se
encontraban ellos dos caminado por la arena tomados de la mano, lo inquietaba, lo hacía sentirse solo.
Hino
era un chico quizás como todos los demás de no ser por su sensibilidad y gusto
por la mitoligia griega y las historias épicas que contenían antiguos pensamientos
de amor de los griegos, su incomparable sentimentalismo de un tibio corazón que
se desarmaba y su curiosidad por descubrir el amor hedónico y perfecto que había perdido apenas unos días atrás cuando
descubrió que su novia lo engañaba con otro. Quizás lo más complejo de esto fue
la escena donde la miro besando aquel
chico tomándola de la cintura; ella se encontraba abrazada a su cuello todo
parecía que desaparecía a su alrededor se veían felices. Un retortijón sintió
en la boca del estómago, la había perdido. Hino reconocía esa mirada especial
que tiene una mujer cuando está enamorada, le brillaban los ojos, la había
visto en varias chicas inclusive en
programas de televisión. El globo que llevaba como obsequio se desprendió de su mano, tomando rumbo
desconocido como si fuese el último suspiro de su corazón herido, estaba
sangrando. Ese momento era de lo más real que un ser humano puede experimentar
con los sentimientos heridos, sin alma en el cuerpo, su corazón ardía de dolor.
Karla esa
chica distante, desaprensiva, robusta, y sarcástica, no era bien parecida y sin
embargo era quien había comprometido su corazón de manera superficial con él.
Una chica que no tenía en sus planes tomar en serio una relación, le había
mostrado que doloroso puede ser el amor cuando se pierde. La inexperiencia de
Hino en las relaciones no le permitió percatarse de ello, siempre se piensa que
el primer amor es para toda la vida. Ella solía salir con otros chicos lo
encontraba estimulante. El siempre respeto la línea de que existe entre el
pudor y el deseo, nunca le hizo una caricia prohibida y sin embargo él veía
todo lo contrario con aquel chico.
Algo que admiraba Hino en ella era su sentido de
compromiso en las cosas que le interesaban. Lo había enamorado de manera
instantánea cuando ella le robo un beso. Ese día para Hino, fue el más feliz de su vida, parecía que había realizado uno de sus más grandes sueños. A partir de aquel día
estaba convencido de tener en sus brazos a la más hermosa mujer de todo el
mundo. Besarla en aquella tarde que se iluminaba con la luz naranja del sol y
un paisaje urbano que vislumbraba el ocaso de su pubertad, se sentía un hombre
la sensación de sentirse flotando era embriagante, desde entonces pudo decir a sus amigos que ya había besado a una
mujer, era el triunfo del conquistador.
Los
chocolates, las flores y el oso de peluche que le acompañaban se volvieron
inútiles y responsables de las creencias con respecto al amor, que de ahora en adelante Hino tendría
para sí mismo, se prometió nunca volver
hacer un obsequio. El miedo a quedarse solo lo había reprimido, ahora era
intercambiado por el dolor de un alma herida. No volvería creer en el amor.
Venían
pensamientos que herían en lo más profundo de su ser. El último año de
bachillerato había dejado a Hino rezagado, había perdido la oportunidad de
ingresar a la universidad por lo que le permitía visitar a su novia en la
Facultad de Química de vez en cuando. Sus temores se materializaron, la
creencia que ante los ojos de ella era un perdedor resonaba cada vez más fuerte
en su mente. Sus pensamientos se habían vuelto en contra de él. Se habían hecho
realidad.
El
escalofrió que recorrió su espalda y el nudo que se formó en su garganta llego
a su pecho como una aguda presión a su corazón, la voluntad lo mantuvo de pie
sin decir nada, solo regreso al lugar
acordado de la cita donde días antes habían quedado para verse.
A veces solo queda respirar profundo, tragarse las
lágrimas y sonreír.-Pensaba.
De no haber sido por sus ganas de acudir al baño no
se habría dado cuenta de aquella noticia. Muchos de sus amigos le habían dicho
que se olvidara de ella, él toleraba muchos desplantes, en especial Enrique
quien tenía mucha decisión en especial en el tema de las mujeres.
Su gran amigo era de estatura baja,
complexión robusta y unas entradas muy pronunciadas en su frente que enmarcaban
muy bien una sonrisa que mataba-según él- a las mujeres.
-“Spercy” las mujeres te tienen que odiar para que
te amen si sigues así de lindo no tendrás su respeto.-
Enrique llamaba así a Hino por una playera que solía
traer muy a menudo, un espermatozoide en su pecho era la causa de este mote.
Todos aquellos consejos que había escuchado con los oídos sordos se habían
materializado en un “hubiera”. Muy dentro de su corazón lo sabía, las cosas no
funcionaron normalmente desde el momento en que no se vieron a diario. Su
corazón le había dicho, en muchas
ocasiones, que los temores siempre se materializan cuando se insiste en pensar
en ellos.
Persistir en los sentimientos no correspondidos es una pérdida de tiempo, Hino
estaba viviendo una lección de vida, la distancia entre sus sentimientos y la
razón era tan estrecha que lo único que se le ocurrió fue entregar sus
obsequios y despedirse.
-Karla sabes he descubierto que el
corazón se cansa. Los sentimientos son muy delicados, las acciones levantan o destruyen muros, el
compartir momentos con otra persona es entregar tu vida porque regalas tiempo que no volverá. Debemos borrar el
pasado para no repetirlo, como en todo, la decisión está siempre en tus manos.
Te agradezco la forma en que me quieres, solo espero seguir aprendiendo.-
Karla
no pretendió entender aquellas palabras que Hino le había dicho supuso que era
una más de aquellas conversaciones que sostenían con el desapego y aburrimiento
con las que ella misma los etiquetaba. La inteligencia abre salidas
a las causas del corazón más no las cicatriza. Después de aquella tarde Hino no
volvió a saber más de ella.
Él no
tendría entonces más de 19 años, su inexperiencia en relaciones se había
demorado por su interés en los estudios, los libros y el dibujo sus pasatiempos
favoritos que prefería antes que socializar con algún chico de su edad.
Al
olvido se invocaba cada vez que él sentía cualquier tipo de intención de
conocerle, a la menor demostración de cariño se desprendían palabras de rencor y desapego ante
cualquier chica que mostrase un poco de interés por él. Experimentaba un
sentimiento incontenible de odio hacia las relaciones. El horrible recuerdo lo obligaba, viviría con el toda su vida. Al final de un día
más de su soledad, después de aquella
tarde triste, su filosofía lo animaba como cada tarde, a adentrarse en sí mismo
se arrepentía amargamente todo lo que había hecho por ella, se preguntaba en
que había fallado. Miraba hacia el alba, solo era consciente de sus
pensamientos y del dulce canto de los pajarillos en los cercanos arboles del
lugar. Fue en aquel momento, en que el
silencio se encontró con aquella cálida voz que
rompió el silencio:
-Hola no deberías estar tan solo, las personas solas
no comparten sus sueños.
Sin
dejar de reposar su mirada distante y pérdida solo encogió los hombros y una mueca forzada acompaño las
primeras palabras con ella:
-Hola.
Con la
mirada triste observo a aquella chica de ojos grandes marrones enmarcados por
unas cejas pobladas con una especial
profundidad y una sonrisa llena
de chispitas había inesperadamente roto
aquel estado de tristeza y sin parpadear permaneció callado.
Al oír esto la chica
interrogó una vez más:
-¿Cómo te llamas? Mi nombre es Mar.
-Hino. Respondió el.
-Hino, la soledad no es buena… sabes cuándo me
siento así, miro el atardecer y recuerdo siempre que mañana será otro hermoso y
gran día. Mientras decía esto, ella se sentaba a su lado.
-Lo dices
porque no has vivido por lo que he pasado yo. Replico en tono serio.
- Es verdad tienes razón- reconoció ella-.Pasaron
unos segundos en silencio.
Mar que
había intentado cambiar aquella mirada
triste de Hino quizás porque le había inspirado ternura y confianza, recordaba
cómo había llorado hace unos días por la pérdida de su padre. Vinieron a su
mente las últimas palabras que le dijo y
que compartio con él:
-No
desistas de tus sueños, nunca abandones
la idea de un mejor mañana a ellos solemos traicionarlos muy frecuentemente.
Cada estrella es un sueño y solo brilla con la intensidad de la oscuridad.
Cuando te sientas solo comparte tus sueños y así brillaras.
Cada palabra la recordaba hasta el menor detalle.
-No importa cuánto sufras la idea de un mejor futuro
siempre debe estar presente los sueños son una bendición. Pídele a las
estrellas que los cuide y lo harán.
El
consejo conforto a Hino de alguna manera esta chica decía algo que suavizaba el
dolor por el cual estaba pasando. Se dio cuenta que había olvidado todo aquello
con lo que se sana una herida. Siempre hay que volver a las raíces cuando se buscaba una respuesta.
-En verdad gracias.
Dijo Hino suave y gentilmente sin más se levantó y se retiró.
Era el
caso de preguntarse si esta chica era la respuesta al pequeño fragmento perdido
de su historia a veces perteneciente al extraño destino. Mientras ella
realmente conmovida, vio como desaparecía caminando.
Habían
pasado algunos meses desde aquel encuentro. Hino había entrado a la
universidad, la luz suave del sol que se reflejaba, lisa y suave, en los
pasillos de la facultad, era como la luz interior que sentía en su corazón. El
pasado había quedado atrás ahora al recordar solo quedaban mínimos detalles de aquel noviazgo
desagradable y aquella chica que lo rescato de su vacío emocional había logrado
revivir las tiernas reacciones de su corazón.
Recurrente en sus clases la vida transcurría cotidianamente pero esto
cambio solo a unos días después de que se encontró con Mar en la facultad. Un
encuentro que sorprendió a su corazón con un sentimiento de rápidas
palpitaciones y nerviosismo. La sensación de cómo se expandía su plexo solar
recordaba la sensación de las mariposas en el estómago. De pronto se hayo
sumergido en una oleada de ternura al recordar que ella lo había revivido.
Mar mostraba en su rostro la dulzura de todos sus
rasgos al mirarlo.
-Hola Hino, ¿Cómo estás? ¡Qué gusto volver a verte¡ ¡Dime
que estas estudiando aquí¡
Nuestro joven enmudeció, retuvo su respiración por
unos segundos y claramente azorado, respondió:
-Si, voy a
clase.
-Que bien
podremos hablar con más tiempo, por ahora voy a clase de danza y estoy retrasada así que espero verte más tarde.
Mar le dio un beso en la mejilla y se retiró
sonriente. Estos gestos de afecto le hicieron ruborizarse aún más. Aquella
chica amable y gentil aparecía de nuevo en su vida, lo había rescatado en el
momento indicado. Sus palabras dulces y cálidas demostraban que había crecido
en una familia con valores y profunda educación. Era una chica de casa, sincera
y tierna. En sus ojos se reconocía la felicidad de vivir.
Los días
pasaban y sin notarlo día a día la hermosa silueta de Mar despertaba el deseo
de Hino, su rostro era acompañado del
rubor que encendía sus mejillas cada vez que ella realizaba sus ejercicios de
calentamiento antes de comenzar su clase de danza. Con cada mirada
descubría la forma perfecta del amor, él
podía sentir el dulce placer de mirar su rostro con pequeñas gotas de sudor, su
mirada penetrante enmarcada por esas cejas pobladas con grandes ojos color
marrón, su boca de manera perfecta, sus labios rojos resaltados por la suave
palidez de su piel, con una dulzura en
todos sus rasgos que desafiaban la
íntima debilidad de sus pensamientos para poseerla con la mirada en los ojos de ella sosteniéndola con firmeza,
trasmitía esa sentencia. No podía más que abandonarse a las tiernas reacciones
de su corazón que comenzó a obedecer a sus suaves impulsos.
La misma
intención crecía en Mar que se alegraba
visiblemente cada vez que se encontraba a lado de él. La amorosa
inclinación de sus corazones y sus emociones crecían cada vez más, contenían el evidente
retoño que evoca las primeras hojas de la primavera, estaban renaciendo.
Los
tiernos momentos que vivían juntos fueron marchitándose lentamente con la
indecisión de Hino. Era a ella a quien
debía que en estos momentos no
estuviera tan distante a sus sentimientos. Y sin embargo, la emoción que había
experimentado al estar frente a ella para besarla se conservaba intacta en su
interior porque no sucedió. No tuvo el valor de besarla.
Ella
perdió la mirada en aquel momento, su
amarga sonrisa disfrazo la desilusión, lo miro decepcionada realizo un
ligero movimiento para separarse de él. Los brazos de Hino no hicieron nada
para mantenerla cerca de él. No existió una segunda vez.
El
termino de aquel verano traería consigo una gran sorpresa del destino
intencionadamente y con cierta ironía. Hino la esperaba, quería verla de nuevo
quería refugiarse en su compañía. Desde lejos la vio acercarse y comenzó a
caminar hacia ella pero la presencia de otro chico que resueltamente la tomo de
la mano lo detuvo. Su corazón sintió un pequeño piquete y produjo un doloroso
cambio, la presión del pecho subió y se acumuló como un nudo en la garganta, lo
dejo por instantes sin latido, los arboles tenían un color verde sombrío
agitaban sus ramas como si supieran lo que se aproximaba, cada vez ella se
acercaba más sonriente jovial hasta que cruzo aquella mirada que se desarmaba
en ternura. Fue en aquel maldito momento donde apareció el sentimiento que hace
tiempo había experimentado al ver a Karla besar aquel chico. Mar lo miro
teniendo de la mano a este nuevo amor, cruzo mirada con Hino y tras una mueca
que dibujaba una sonrisa ocultaron el sentimiento de nostalgia, su mirada
filtraba el sentimiento de dolor y sin lágrimas; con el lamento inconsolable
de no haber comprendido porque él no la
beso. La oportunidad la había dejado pasar.
Los
tiernos recuerdos que tenía Hino se despedazaron y en medio de estos regresaron
pensamientos de abandono y dolor. Sus miradas se entendieron se comunicaron.
Dio media vuelta y camino sin rumbo. Mar
lastimaba así, sin querer, sin reparos de ninguna especie, aquel chico que
había curado hace tiempo atrás. Ella había abandonado delicadamente sus
intenciones.
Tal
como exige la costumbre en los hombres Hino permaneció callado, sin demostrar
dolor y experimentar en soledad sus sentimientos. Sentía pena por sí mismo no
se explicaba como una chica que lo llego a querer así lo lastimaba de esa
manera, estaba molesto consigo mismo. No se atrevió, fue víctima de su
indecisión. Sin darse cuenta llego a un parque, quería estar solo, es lo único
que desea cuando pasan estas cosas. La tristeza de la soledad se cernía otra vez sobre él. Hino contuvo
las lágrimas en los ojos. El único culpable de esta situación había sido él. El
mismo sentimiento de dolor lo hacía sentirse más solitario, era como si
habitara siempre la soledad dentro su corazón.
Esa
quietud, la paciencia, esa inocencia de sentirla segura y para siempre. Era ese
sufrimiento que constituía para él, sin duda un desgarro para su interior. Ella
nunca se interesó en otros chicos solo mostraba interés por él, habían
compartido momentos mágicos, habían hablado de sueños y sin embargo solo cabía
en su cabeza una sola pregunta ¿Por qué?
Una voz rompió el silencio:
-Ella pudo lastimarte así porque no comprendiste sus
señales y no fuiste sincero en tus intenciones.
Hino,
por su parte, no había reaccionado ante aquellas palabras y permanecía ausente
de lo que ocurría a su alrededor.
-Las consecuencias del amor no correspondido son el
duelo, si esto alcanza a tu espíritu y lo llena de tristeza ya no podrán
herirte pero serás incapaz de revelar tu corazón.
-Mi nombre es Berseck.
El
extraño destino que perseguía los momentos más dolorosos que vivía Hino lo
colocaba nuevamente ante una nueva persona que había logrado alterar la triste
indiferencia de su corazón.
Miro
entonces a Berseck quien vestía jeans, un chaleco negro, una playera blanca,
una bufanda roja, pero lo que le identificaba eran los ojos cafés con la mirada estrictamente dulce y fuerte,
desafiante, con la cadencia de la
honestidad que pocos saben de sus emociones. Su cabello cortó y peinado
agresivo iban en simetría con la perforación de sus oídos y el tatuaje de un
extraño signo en su antebrazo derecho.
Berseck se acercó y continúo:
-Debes saber que las mujeres siempre eligen al
hombre, el arte está en ser siempre la mejor opción.
Esta
sincera y sutil frase saco del trance a Hino quien se había mantenido callado.
-No tienes idea de lo que paso- dijo, levantando
hacia él sus húmedos ojos.
-¿Te rompieron el corazón? ¿No es cierto? Y fue una
mujer, es difícil de aceptarlo cuando las cosas parecen ir bien. Sí no
quieres volver a estar así tienes que
seducirlas ese es el objetivo.
-¿Cómo es eso? ¿Qué quieres decir?- pregunto Hino.
-Lo que has oído, tú obtendrás siempre los mismos
resultados si no cambias la manera en como realizas las cosas. ¿Comprendes?
-No pretendas que cambie. No soy más que un pobre
chico que no sabe de amores.
-¡Nada de dramas¡- grito él, -¡solo debes comprender
las reglas¡
-Nosotros no vivimos de las mujeres nosotros las
hacemos vivir.
Vuelto a la serenidad Hino intentaba reflexionar
sobre aquellas palabras que contenían una penetrante verdad.
-Para mi- quiso él explicar- las experiencias con
mujeres han sido dolorosas son recuerdos muy amargos. Su voz se ensombreció.
-Te diré algo, trataremos de arreglar las cosas pero
el recurso más importante en esto es tu total entrega, sin ella, no habrá
cambios, no habrá resultados y lo más importante no habrá mujeres.
Hino asintió, observo aquel chico, parecía que
quería decir algo, pero callo.
Berseck le tendió la mano a Hino para que se levantara cerrando el pacto entre ellos. Sin imaginarlo
su vida estaba a punto de dar un giro de 360 grados, el inicio del origen de
sus habilidades de la evolución tan radical de sus sentimientos.
continuara...
AVEN HINOKU
INSTRUCTOR DE SEDUCCIÓN